viernes, 4 de diciembre de 2009

EL DETECTIVE BOLAÑO

Murió Bolaño y su fama creció en el mundo entero. Sus libros son leídos por miles y se han traducido a varios idiomas ―entre la que se destaca la traducción de Los detectives salvajes al chino mandarín―, son citadas por distintos escritores, se le da el título del «último latinoamericano» y se dice que ya no habrá literatura después de su muerte. Su monumental obra, una suerte de Biblia para los escritores de la actual generación, es, para muchos, insuperable, extraordinaria y que rompe esquemas, la contraportada del Boom, el escritor malo para los ya consagrados, el increíble escritor para los que aún no se consagran. Ese hombre que caía bien a los que le conocían, el chileno querido por muchos, que ahora, incluso muerto, sigue mostrando más obras inéditas para el mundo. ¿Es realmente Bolaño el último escritor latinoamericano? ¿Es «superior» a sus antecesores del Boom? ¿Cuál es el futuro de la literatura latinoamericana después de su muerte? Este texto desarrollará el impacto causado por el chileno en el mundo literario, su relación con el Boom y el futuro de la literatura latinoamericana.


En los años sesenta, en Latinoamérica, se sucedió una fiebre literaria donde los creadores de esa generación escribieron novelas de vanguardia, combinaron la realidad social, política y económica de la región con sus elementos mágicos, fantásticos y ancestrales. Estamos hablando del Boom. Este Boom causó un estallido que, en la actualidad, sigue siendo la carta de presentación de la literatura de Latinoamérica al mundo y, por lo tanto, también motivo de debates, bromas y repudios. Muchos escritores posteriores a esta generación crecieron bajo su sombra, sus temáticas, sus líneas narrativas. Los editores pedían a estos nuevos escritores en sus páginas a Macondo, La Catedral, alguna Rayuela y algún Artemio Cruz para que los puedan publicar; cuando estos nuevos escritores querían escribir otras cosas totalmente distintas. Esta sombra los cubrió durante casi cuarenta años, hasta que llegó un escritor inédito, como siempre. Un escritor que le daría fin a este estallido con una novela monumental, con un estilo y lenguaje originales, con temáticas no tratadas hasta entonces. En el año 1998, la editorial Anagrama publica al ganador del Premio Herralde: el chileno Roberto Bolaño con su novela Los detectives salvajes.

Esta novela fue por esos años toda una revolución. Hasta antes de Los detectives salvajes, solo se veían obras casi como Cien años de soledad, que ya cansaba a los lectores. Pero al instante de la publicación del libro del chileno, los escritores menores de cuarenta «no tardaron en ensalzarla como un objeto de culto, como un nuevo punto de partida, como una esperanza frente al conformismo mágicorrealista, como una fuente inagotable de ideas, como un virus que no tardó ni diez años en contagiar a miles de lectores que por fortuna no estaban vacunados contra la escéptica rebeldía de sus páginas» (1). Pero cuando Bolaño estaba en la cumbre de su carrera, a punto de gozar la fama que le otorgaba la literatura, en el 2003 murió a causa de una insuficiencia hepática. Sin embargo, cuando parecía que ya todo estaba escrito y publicado, cuando se pensaba que lo innovador y revelador ya estaba hecho, se publicaría la monumental 2666, obra con la que el Boom, para muchos, por fin culminaba.


Hay muchas opiniones acerca de la relación de Bolaño con el Boom. Algunos dicen que Roberto admiraba y elogiaba a los escritores de esa generación, sin embargo, otros escritores sentencian que «Bolaño dedicaba un par de horas a prepararse para su lucha cotidiana con los autores del Boom. A veces se enfrentaba a Cortázar […]; otras se abalanzaba contra el dúo de luchadores técnicos formado por Vargas Llosa y Fuentes; y, cuando se sentía particularmente poderoso o colérico o nostálgico, se permitía enfrentar al campeón mundial de los pesos pesados […], García Márquez»(2). Los escritores mayores de cuarenta años ven en Bolaño a un escritor malo, cuyos libros tienen errores y que no son buenos (a excepción de Vargas Llosa que en una oportunidad recomendó leer los libros del chileno); pero, los menores de cuarenta, esos escritores que crecieron desesperados para apartarse del Boom, aman a Bolaño y lo consideran un maestro de las letras latinoamericanas, superior a todos sus antecesores y a los que vendrán. Parece que se arriesgaron demasiado para afirmar tales títulos.

Un escritor brasileño (João Paulo Cuenca) sentenciaba que Bolaño y Los detectives salvajes es en la actualidad lo que en los sesenta fue Cortázar con Rayuela. Y agregó que Bolaño aún es «más fuerte» que Cortázar. Como dijo Francisco Porrúa: «Es un error establecer juicios de valor en literatura en términos comparativos. No se puede decir que Rayuela sea superior a Cien años de soledad, ni que Cien años de soledad sea superior a Rayuela. Cuando comprendes, aceptas la palabra “incomparable”, ahí se resuelve el problema. Si un libro es incomparable, entonces no lo comparemos» (3). Pero, si hacemos comparaciones, nos dejaremos llevar por la subjetividad. Los detectives salvajes aún no ha llegado a todo un público general, la obra siegue siendo vista por muchos como un misterio y lejana de leer, la estructura de la novela ya no es novedad y el lenguaje llega a ser cansado y tedioso. Rayuela, en cambio, llama la atención a cientos de lectores, su estructura fue una novedad total (fue la primera que no solo servía para leer, sino también para jugar) y que se podía leer en más de una manera (claro está, la menos recomendada es de la manera convencional), el lenguaje es innovador, combina hasta tres idiomas en una línea, y los capítulos son memorables y pueden ser releídos como libros independientes (como el 7, el 32, el 34 ó 62 o cualquier capítulo). Y, a propósito de Llamadas telefónicas, si comparamos a ambos escritores en producción cuentística, Bolaño escribió varios cuentos y su mejor libro fue el anterior mencionado con algunos rescatables (hasta sus más fieles admiradores saben que Bolaño no fue buen cuentista). Cortázar, no solo fue un impresionante novelista, sino también un extraordinario cuentista, y por tomar un ejemplo: Bestiario. Lo mejor no sería compararlos ni tampoco ningunearlos. Ambos escritores son buenos, pero todo depende de quién realice el análisis subjetivo de vana superioridad. Pero, si Bolaño tanto criticaba al Boom, ¿por qué sus más fieles seguidores —que también critican al Boom— lo comparan con Cortázar? Oscar Tramontana me dio una respuesta que puede resultar fácil, como hiriente: marketing.


Pero eso no es lo controversial. En el año 2007, tres escritores colombianos seleccionaron a 39 escritores menores de 39 años para que representen el futuro de la literatura latinoamericana, el llamado Bogotá 39, donde están incluidos escritores de distintos movimientos, entre los más conocidos, el movimiento Crack, cuyo mayor representante es Jorge Volpi. Ahora bien, si estos escritores fueron convocados para que definan el futuro de la literatura de Latinoamérica, es porque algo en común debían de tener, sin embargo, la gran mayoría de escritores sentenciaban que no tenían nada en común y que «no se busca una posición frente al mundo. Hacemos literatura personal y plural, que no necesariamente busque reivindicar o definir a Latinoamérica, porque cada uno escribe lo que siente, lo que le da la gana. Quizás escribimos lo que quisiéramos leer» (4). Y, lo más importante, es que a los 39 se les preguntó cuál es el futuro de Latinoamérica literaria, a lo que respondieron que a la muerte de Bolaño, la literatura latinoamericana había muerto. Autores como Volpi y Thays sentenciaron que no existía ya literatura de Latinoamérica, que nuestra literatura ya no tiene futuro. Bolaño nos ha dejado su generoso y diverso legado. ¿Es entonces Bolaño el fin de una era? ¿Acaso ya no surgirá una nueva literatura latinoamericana?

Al contrario de Volpi y Thays (y quizás más escritores), pienso que a Bolaño no se le debe de tomar como el fin de la literatura latinoamericana, más bien, podemos tomarlo como el inicio de una nueva generación, un renacer de las letras de esta región.


¿Acaso ya no se escribirá más después de su muerte? Pienso que, en los próximos años, una nueva generación de escritores sacará a la luz obras que romperán esquemas y que serán las novelas que el mismo Bolaño hubiese querido leer y disfrutar. La homogeneidad latinoamericana, la preocupación sobre los problemas políticos y sociales de esta parte del continente pueden ser tratados en los próximos años por nuevos escritores. En lo personal, las obras de Bolaño no son de mi agrado, pero puedo destacar su habilidad en escribir una vasta cantidad de páginas impecables para el deleite de muchos. Pienso que, tomando a Bolaño no como un apocalipsis sino como una génesis, una nueva literatura latinoamericana impresionará a todos.

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(1)VOLPI, Jorge. «Ahora queremos tanto a Bolaño». Etiqueta Negra N.59. Pág. 36.
(2)VOLPI, Jorge. «Ahora queremos tanto a Bolaño». Etiqueta Negra N 59. Pág. 32.
(3)PORRÚA, Francisco. «Confieso que he leído». Radar Libros, 07/06/09.
(4)QUINTANA, Pilar. «Bogotá 39 en Lima y en 7 frases». Etiqueta negra. etiquetanegra.com.pe

Eduardo David Campos Dávila nació en diciembre del año 1990 en Jesús María. Estudió primaria y secundaria en el Colegio Parroquial Hno. Noé Zevallos Ortega y posteriormente Literatura en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Amante de la literatura, las fotografías, el cine de Burton y Chaplin, las puestas de sol y el mar. Un adicto a leer Cortázar, Alarcón y Vargas Llosa, mientras escucha alguna canción de Soda Stereo o Fito Páez.

ANTEPARAÍSO O LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA CHILENA

Anteparaíso, poemario que vio la luz en 1982, fue escrito por Raúl Zurita, el poeta chileno que algunos tildan de “extravagante” y otros de “purista”. Este artista se caracteriza porque concibe la poesía como la vida misma; lo que lo ha llevado a cometer diversos actos, entre los que destacan el haberse quemado la cara, él mismo, con un fierro caliente- según él, su condición “oficial” en la poesía surge a partir de ese hecho- o escribir frases, usando una avioneta, como “MI DIOS ES DOLOR” en el cielo de New York.


Sin embargo esta pasión por el arte no ha obstaculizado el compromiso que mantiene con su país. Es por ello que Anteparaíso es un poemario que se vale de la trasgresión formal y de una temática basada en la geografía chilena y pasajes bíblicos para retratar un Chile agonizante-producto de la dictadura de Pinochet-, que atraviesa un proceso de destrucción y persecución, pero a su vez permite percibir cierta de luz de esperanza.


Anteparaíso empieza con la propia inclusión de Zurita en el poemario: “Oye Zurita- me dijo- sácate esos malos pensamientos” (pg.7), esto nos muestra que el poemario tiene matices autobiográficos, pero sin dejar de lado al resto de sus compatriotas. Ellos y Zurita son la geografía chilena: las playas, las cumbres y las laderas.


En la primera parte, "Las Utopías", nos muestra a través de las playas la imagen de un país en declive. Chile es el lugar que habitan miles de seres torturados, enfermos y asustados. El dolor y la agonía se hacen presentes a cada instante, versos como “Las Playas de Chile fueron horizontes y calvarios” (pg, 18), nos reflejan una realidad, pues se tenía por costumbre arrojar a los presos y perseguidos políticos al mar. El mar es el punto de encuentro de seres en agonía, y es, a su vez, el final de ésta. En el poema Las playas de Chile V, los siguientes versos dejan traslucir esta idea:

Porque apedreado Chile no encontró un solo justo en
sus playas sino las sombras de ellos mismos flotando
sobre el aire de muerte como si en este mundo no
hubiera nadie que los pudiera revivir ante sus ojos


Es, pues, el mar la culminación del dolor y debería de representar la calma y totalidad absoluta. Pero no se puede hablar de paz si aún sigue instaurada la dictadura y es por ello que los seres que murieron se han convertido en sombras, pues fueron tantos que sería imposible nombrarlos e incluso, en el último verso, se percibe la idea de que probablemente su recuerdo se pierda.


La segunda parte, La Marcha de las Cordilleras, refleja el exilio y la huída, producto de la persecución de la dictadura, que afrontaron los chilenos. La marcha es su propia fuga y escape. Une a su vez pasajes bíblicos para reforzar esta idea. En la / CIII/ esto se hace visible, pues Dios es quien se une al poeta- a través de un diálogo directo- y le insta a huir. Dios le refiere que “El Duce se está acercando”, podemos notar que el Duce no es otro que el mismo Pinochet, a quien se compara con Herodes- que perseguía a José y María-. Su presencia cobra así un poder inmenso, pues el mismo Dios debe de intervenir para que este personaje no destruya a su futura progenie (la esposa de Zurita adopta la figura de María embarazada). El destino que Dios señala es: “Lejos, en esas perdidas cordilleras de Chile”, la palabra “lejos” indica que Chile carece una dirección precisa, mencionar “perdidas” nos retrata un pasaje de la historia chilena: muchos de sus integrantes no sabían en que lugar se refugiarían.


Zurita atribuye características de las cordilleras a los chilenos que huyen, el blanco es lo que distingue a los ciudadanos del Duce, pues las cordilleras de éste carecen de nieve:

No son blancas las cordilleras del Duce
(Las cordilleras del Duce).

Incluso, animiza a las cordilleras y les atribuye características humanos; pues éstas gritan, huyen, temen, y escapan ante la proximidad y presencia de las cordilleras del Duce. La figura del Duce vuelve a adquirir poder, él y sus huestes opacan la luz del cielo y logran que éste refleje un color mortal. El Duce siembra terror y desolación, su reino es el de los muertos y el de los atormentados. En las Cordilleras del Duce III, en la última estrofa, esto se hace evidente, pues se menciona lo siguiente:

VIII. Y entonces unos sobre otros todos alcanzamos
a ver las cordilleras del Duce desprenderse de
entre los muertos enormes absolutas
dominando el horizonte

Ante esto solo queda una opción ocultarse, esconderse en el tumulto y camuflarse para evitar el accionar injusto del Duce. La nieve es el único medio de protección y así se observa en Epílogo:

Entonces yo solamente escondí la
cara me cubrí entero: nieve fui

En la tercera parte, "Pastoral", se aprecian las consecuencias del poderío extremo del Duce (Pinochet) y el accionar de los ciudadanos chilenos (fugar u ocultarse), pues se nota un Chile árido e infértil:

III. Porque nada volvió a florecer en los pastos consumados.
(Todo ha sido consumado)

Ya no existe el más mínimo rezago de vida ni esperanza, pues los “pastos” y el verdor de las llanuras se han esfumado para dar paso a un eriazo. Esto nos muestra que ya no existían seres que infundan esperanza en Chile, las voces que reclamaban un país libre y democrático habían sido acalladas cruelmente o se las había reprimido tanto, que se silenciaron.

La voz poética se vuelve en este momento más íntima y usa el tono amoroso, pues se expresa como la queja de un amante engañado que invoca el regreso de su amada. El poeta refiere que él rescata a su amada de la miseria y del olvido total, ésta y él al unirse logran que Chile renazca; pero, luego ella se vuelve una mujer promiscua y acaba generando aridez y ausencia de vida en el paisaje chileno. A pesar de todo, el poeta le implora que retorne, ya que solo así Chile cobrará vida. Se puede entender esto como la pérdida de la democracia que atraviesa Chile. Si nos remontamos al Chile pre - dictadura hallamos un país que cifra sus esperanzas en el gobierno de Allende (Zurita simpatiza con esta figura y su proyecto socialista) y busca superar sus propias tensiones internas.


Esta idea se apoya porque en Pastoral de Chile II, la relación entre la pareja provoca lo siguiente:

Así vimos florecer el desierto
así escuchamos los pájaros de nuevo cantar
sobre las rocas de los páramos que quisimos.

Sin embargo, la democracia y la libertad se pierden porque Pinochet derroca a Allende. Las consecuencias inmediatas, producto del golpe, son el abandono de la democracia y las esperanzas de una nación. En el poemario la presencia del Duce siembra terror y desolación, el abandono de la amada atrae esto:

Se secaron los pastos y el desierto me fue el alma
(Pastoral de Chile II)

Si antes los imposibles, como que el desierto florezca, se hacían realidad, ahora no existe nada de eso e incluso el paisaje refleja la soledad del poeta, ya que ahora no existe fertilidad ni vida.


El regreso a la democracia es el retorno de la amada, pues solo así Chile se levantará de sus escombros. Pastoral de Chile III nos revela las consecuencias que generaría la vuelta de la amada:

Deshaciendo las cadenas de tu cuello
Y corras emocionada a abrazarme
Y Chile se ilumine y los pastos relumbren

Al terminar Pastoral de Chile IV, el poeta vuelve a recuperar un tono más general y deja que se deslice cierta esperanza. Chile, como nación, debe de resurgir, volver a unirse, a derrotar al Duce, a recuperarse y a reinventarse; pues solo así los valles infértiles cobrarán vida. Esto se hace obvio en el poema Les Clamarían los Valles:

III. Entonces emocionado Chile entero se alzaría
por los pastos que viven inmensos llorando
sobre el primer verdor de la llanura

Aún esto es una posibilidad, pero el poemario ha cobrado un giro optimista; si antes se mencionaban las crueles torturas, el escape y la dictadura del Duce. Ahora se deja percibir cierto tinte de ilusión.


Ilusión que se concretiza y da paso a un nuevo Chile, a uno que reemplaza su perpetuo duelo por alegría:

Porque han vuelto a florecer los pastos
Chile entero se despierta
y sus cielos se levantan y están de fiesta.
(Pastoral de Chile XII)

Zurita al escribir Anteparaíso, nos presenta un fragmento de la historia chilena. El poemario cobra carácter testimonial porque él se incluye, pero no se queda solo en eso, ya que Zurita utiliza como medio la geografía chilena para retratar el proceso que atravesó su país durante la dictadura y revelarnos al fin, cierto chispazo de luz que desemboca en alegría. Zurita se apodera, así, de la voz de miles de chilenos y nos retrata la dictadura.


Si bien es cierto que su poemario nos ofrece una visión de los abusos del Duce, no se queda en la mera crítica; pues su principal intención es ofrecernos a Chile como nación, como comunidad. Chile es la totalidad de individuos que la integran y el sometimiento forzado de éstos, conlleva a la anulación de Chile como país.




HELEN FLOR GARNICA BROCOS. Nace el 20 de junio de 1991 en el distrito de Jesús María, Lima (Perú). Estudió en el colegio General Emilio Soyer Cabero, del cual egresa el año 2007. Entre sus escritores favoritos se encuentran Howard Phillips Lovecraft, Conde de Lautréamont y Edgardo Rivera Martínez. Actualmente cursa el II ciclo de Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

DOS CARACTERES AUTOBIOGRÁFICOS EN ANTEPARAÍSO: LA DIVINA COMEDIA Y TESTIMONIO DEL MAIPO

El presente ensayo tiene por objetivo encontrar, en el poemario Anteparaíso, dos caracteres autobiográficos de su autor: su libro cabeza, La Divina Comedia, y el testimonio que tiene acerca del inicio de la Dictadura Militar Chilena en el año de 1973.

Tratar de dar un sentido a la obra de Raúl Zurita nos lleva a recorrer no solo pasajes de su vida que testimonian la situación política que vivía Chile en los años de dictadura, es además, conocer un poco más de los inicios de su vida, el descubrimiento de la poesía en él.

Nacido en enero de 1950, en Santiago de Chile, vivió sus primeros años rodeado de mujeres. Su padre había fallecido cuando él tenía solo dos años, y deja su crianza a cargo de su madre y, principalmente, de su abuela materna; ambas, inmigrantes de origen genovés. Es así como el primer idioma (y cultura) al que se acerca es el italiano. Su abuela era una persona bastante “fuerte y categórica”, con estudios artísticos y un gran sentido de amor patrio. El vivir lejos de su patria le traía una nostalgia constante que satisfacía contando todo lo que supiera de Italia. Es así como sucede su primer acercamiento a la poesía: la fascinación que tenía su abuela hacia La Divina Comedia, de Dante Alighieri, la llevaba a leerle fragmentos del libro en italiano; contarle una y otra vez los castigos del Infierno, resaltando más la imagen de los condenados que la de los salvados en el Paraíso.

La Divina Comedia fue el primer libro que leyó, y es una presencia totalmente explícita en sus primeros trabajos. Es el primer aspecto que determinó como estaría configurada su literatura, pues se convirtió en su libro de cabecera y no en el sentido meramente intelectual; ya, que como el mismo comenta en sus entrevistas, fue un marco general que no podía abandonar, era algo inconsciente, y que testimonia la gran devoción que le tenía a su abuela.

Zurita estudió en el Liceo Lastarria, y se licenció como Ingeniero Civil en la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso. Durante sus años de vida universitaria, desarrolló –dentro de un grupo de amigos- inclinaciones fuertemente relacionadas con filosofía y literatura. Se hizo militante comunista. A pesar de esto, su gusto por las matemáticas no cambió, y considera que el haber estudiado dicha profesión fue algo decisivo en su vida. Se puede ver, en sus primeros trabajos, una poesía experimental que incluso llega a utilizar teoremas matemáticos para desarrollarse. Así eran sus poemas “dimensionales y adimensionales”.

Su época universitaria se vio sacudida por el inicio de la dictadura de Augusto Pinochet, en setiembre de 1973. Debido a su ideología comunista, fue detenido y encerrado en el carguero Maipo, donde recibió torturas junto a numerosas personas. Estos hechos marcan un hito en su vida y en lo que sería su desarrollo artístico y poético. Tras su liberación, se vuelve un integrante radical del grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte) en el cual basaban su postura artística en la ciudad, su espacio de creación. Las acciones de Zurita lo llevaron incluso a la autolesión, convirtiéndose en un personaje muy polémico en Chile.

Antes del golpe de estado, ya había presentado dos trabajos: El sermón de la montaña (1971) y Áreas verdes (1974). En ellos hay espacios reflexivos sobre literatura, lenguaje y sociedad, y también el acercamiento a las disciplinas matemáticas. Después de este hecho, surge lo que se considera la plenitud de sus obras: la trilogía Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982) y Vida Nueva (1994). Es aquí donde los caracteres que resalte anteriormente, influencia de la Divina Comedia y el daño emocional que le dejó las torturas causadas por la dictadura -no solo a él, sino a todo el país- , se fusionan para presentar una poesía compleja que busca liberar el dolor interno y sanar las heridas de todo un país, logrando una reconciliación de la literatura chilena con la historia de Chile, sin perder por ello, algo en la forma en que se presenta.

En Purgatorio (1979) encontramos la máxima expresión de lo que fue su etapa más experimental, refiriéndonos a la forma. Utilizando imágenes y esquemas del teorema de Euclides, habla del sufrimiento que vivió en Maipo y de lo que hizo después para mostrar su reclamo. Su título Purgatorio, nos lleva a recordar a Dante y La Divina Comedia: lo que ha estado viviendo hasta ahora es un tránsito, no hay infierno, no hay paraíso después de esto, puesto que son conceptos que escapan a lo que se pueda vivir y decir. Menciono esta obra, ya que es el inicio, es lo que marcara la temática de sus próximos poemarios.

Anteparaiso (1982), es el despliegue total de las ideas planteadas en Purgatorio. A mi parecer, Anteparaíso presenta una estructura similar a la Divina Comedia en conjunto. Si bien Zurita no presenta las imágenes de Infierno y Paraíso por considerarlas experiencias que van más allá del plano vivencial -considera que la vida es el Purgatorio, un recorrido entre lo precario y lo doloroso-, podemos ver un sistemático avance conforme pasamos por los ambientes de Playas y Pastorales.

En cuanto a contenido, vemos que mantiene aun los temas políticos, el sufrimiento causado por la dictadura; es una vivencia colectiva y en gran parte del poemario vemos el uso de un plural que unifica los ambientes, que no solo llegan a ser simples espacios, si no también llegan a representar al pueblo chileno o a su dictador.

El avance es un cambio del dolor, sufrimiento e incluso resignación que tiene el yo poético en las playas. Esto asemejaría a los condenados del infierno dantesco, que solo ven sufrimiento y la resignación que tiene al saber que no podrán escapar de dicho lugar.

i. Hecho un ánima sintió como se le iban soltando los remos
de las manos
ii. Empapado toda la vida se le fue desprendiendo como si
ella misma fuera los rema que se le iban yendo de entre
los dedos
iii. Incluso su propio aliento le sonó ajeno mientras se dejaba
caer de lado suavemente como un copo de nieve contra
las frágiles tablas que hasta allí lo llevaron
(Las playas de Chile X)


Es así que, en las playas, hay un sufrimiento profundo y colectivo, un dolor que no amaina con el tiempo. Hay resignación del yo poético, debilidad ante al aplacamiento que vive. Pero este sufrimiento es causado, no por sus pecados, sino por los pecados del que los domina. Es un dolor frente a las utopías que se han creado, que ya no reflejan lo que realmente sucede en la nación, que los ciega y los lleva a una resignación dolorosa, a la censura de sus acciones.

Las cordilleras es un tránsito. Se habla de huidas, de éxodo, de montañas que se mueven, que ya no están ahí; de cordilleras que dominan (las cordilleras del Duce) y cordilleras que desaparecen convirtiéndose en hoyos. Es una marcha que implica superación, puesto que ya no se resignan al dolor, si no que se van, se alejan de este: esperan algo mejor.

iii. Pero sabían que es el frío el maldito de las cordilleras y
que nada más que por eso se hubo de yacer junto a los Andes
hasta que la muerte nos helara con ellos desangrados en
vida frente al alba sólo para que revivan los paisajes
(Cordilleras IV)

Se asemeja a los que están purgando sus pecados, en el universo de Dante. Ellos ya no ven el dolor como algo que los inmoviliza; por el contrario, es algo que les va a permitir vislumbrar la gloria de Dios, a pesar de sus errores pasados. Así como ellos, las cordilleras dejaran que la muerte las hiele, con tal de que revivan los paisajes.

Finalmente, tenemos a los pastorales o llanos de Chile. En este ambiente, presentado por Zurita como una quimera, es donde por fin hay gozo y descanso para las personas. No es el Paraíso, puesto que es algo totalmente fuera del alcance humano, pero si es el paraíso terrenal, o Anteparaíso. Este concepto, en La Divina Comedia, es representado por una floresta espesa y viva, que trae paz y tranquilidad a quien la recorre.

Porque han vuelto a florecer los pastos
Chile entero se despierta
y sus cielos se levantan y están de fiesta
También tú, que caminas llorando
ahora te levantas de fiesta
con todo cuanto vive, de fiesta por los valles
con todo cuanto vive, despierta, como en Idilio General
(Pastoral de Chile XII)

Es como un paraíso. La fiesta prevalece, la alegría vuelve. No habrá más dolor, ni sufrimiento, mucho menos resignación.

Raúl Zurita nos presenta estas imágenes influenciado por sus lecturas. Por lo que no podemos hablar de un acercamiento exacto con Dante. Las circunstancias son diferentes. Zurita no tiene el fin que tenia Dante en su época. Él utiliza la estructura y la adecua a lo que quiere decir. Utiliza otros paisajes, que no solo significan ambientes, simbolizan momentos y personajes. La temática política está presente. Lo que presenta Zurita es el transcurso de la vida chilena en la época dictatorial, utilizando sus vivencias y los testimonios del pueblo. El pastoral, es una quimera en ese momento, puesto que aún no acaba la dictadura, pero ya se esperaba el término de esta.

Bárbara Beatriz X. Dávila Raffo. Nació en Marzo de 1991 en la ciudad de Chiclayo, en Lambayeque. Culminó sus estudios secundarios en la I.E Nuestra Señora del Rosario en el 2007. Prefiere el género narrativo, en especial las novelas largas. Reside en Lima desde el 2008. Actualmente estudia Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

El Profeta. Ensayo sobre Raúl Zurita


“La historia del arte es la historia oficial del dolor (…) Sin dolor no hay arte (…) sin herida no hay expresión”, sentencia Raúl Zurita, uno de los más importantes poetas chilenos de las últimas décadas. Estas palabras exhiben de forma clara el carácter polémico y altisonante de este personaje, poeta que, como una prueba de lo que él mismo plantea, fue una de las voces que tuvieron que enfrentarse al dolor en carne propia, haciendo de su poesía un medio de expresión y liberación de este sentimiento.

Detonada a partir del golpe de estado en Chile, su obra está impregnada de aquel vaho fatalista y desconcertado que provoca el choque contra una coyuntura que no le dejo escapatoria, pero a la vez, apelando a creencias religiosas, incubadora de esperanzas, de un afán por el futuro. No es difícil, conociendo lo relativo a este contexto, encontrar en su obra rasgos autobiográficos y alusiones a lo que aconteció en esta época de la historia chilena. Un país y una historia que han servido por igual, junto a una ayuda “divina”, según afirma este escritor, para la creación de sus obras más resaltantes, poemarios que conformarían una unidad dividida en tres partes: Purgatorio (1979), Anteparaiso (1982) y Vida Nueva (1993). En lo que respecta a este trabajo, el análisis se centrará en Anteparaiso, poemario complejo y muchas veces enigmático, resaltando el carácter ideológico inherente a su producción.

Al acontecer el golpe de estado chileno y en medio de la represión, la tortura y homicidios a cargo de esta dictadura, Raúl Zurita, según dice él mismo, tuvo la oportunidad de crear estos poemarios por medio de una “visión” y, simultáneamente, plasmar el dolor de su país, dolor que se haría necesario, según las creencias cristianas, para que se lleve a cabo una expiación de los pecados. Desde este momento, aquel deseo de experimentar el dolor y, por ende, la purificación no se encuentra solamente en sus escritos, sino también en la utilización de su cuerpo como receptáculo del sufrimiento, llegando a la autolesión y automutilación, como él mismo afirma: “… me pareció ver que en estos actos me estaba identificando con el cuerpo herido de un país”, en otras palabras, utiliza su cuerpo, al estilo de Jesucristo, para cargar con el estilo de un país. Del mismo modo, utiliza el cielo y la tierra como lienzos para su poesía, haciendo hablar a estos elementos de la naturaleza, haciendo suya sus voces.

Viendo ahora directamente este poemario, nos hallamos desde un inicio ante las escrituras del cielo, poemas titulados “Vida Nueva”, frases que describen a dios, “mi dios”, de distintas maneras, alejándose de las concepciones tradicionales de esta entidad, demostrando que dios puede asumir distintas valores y formas, variadas y contradictorias, planteando de ese este momento la universalidad de dios, su presencia en todo lo que existe. Estos poemas se despliegan de tres en tres en todo el poemario, separando las distintas partes de las que se conforma. Se hace evidente entonces un punto importante en el contenido ideológico de esta obra, es decir aquel postulado panteísta, con respecto a su patria, a sus cordilleras, sus valles y sus hombres, identificados como uno solo, conjugando los valores cristianos con los nacionalistas, de esta manera dice:

I. Todo Chile flameo como una bandera frente a sus playas
II. Por eso el cielo nunca fue el cielo sino solo el azul ondeando en sus banderas
III. Por eso las playas no fueron las rojas playas de Chile si no apenas un jirón sobre el viento como harapos por esos cielos flameando (26)

Diciendo mediante la primera “proposición” que la patria chilena asume la forma de una bandera, una nación, una unidad enfrentando aquel pasado tormentoso. Luego dice que el cielo, lugar tradicionalmente tomado como la residencia de Dios, es también parte de la misma bandera y, por último, afirma que hasta ese pasado fue una bandera, ahora hecha jirones, harapos. Todo Chile, su dios e incluso su funesto pasado, entonces forma una sola unidad, unidad que va en busca de una utopía, utopía que a lo largo del poemario se presenta como la misma Chile. Y que, recordando que acabamos de salir del Purgatorio (el anterior poemario), es también el final feliz encontrado después de tanto sufrimiento. Chile ahora busca la salvación, la resurrección, en Chile:

IV. Toda la patria fue entonces la resurrección pintándose en sus despojos (34)

Como vemos, hasta ahora es Chile, el pueblo chileno, el destinado a salvarse a mismo, son ellos los que son uno con su patria, son ellos los que son uno con Dios. Vemos aquí un cierto acerbo nacionalista, nos dicen en la “UTOPIA”:

I. Todo el desierto pudo ser Notre-Dame pero fue el desierto de Chile
II. Todas las playas `pudieron ser Chartres pero solo fuero las playas de Chile
III. Chile entero pudo ser Nuestra Señora pero áridos estos paisajes no fueron sino los evanescentes paisajes chilenos (36)

Postulando así a Chile como el pueblo elegido de entre todos los demás países del mundo, de entre los demás desiertos, playas y paisajes, elección obviamente hecha por Dios. Y ya que tenemos a un pueblo elegido solo nos falta un Mesías, un patriarca o un profeta que lo lidere y lo guíe por el camino hacia la tierra prometida. No es en vano que la voz del poeta se hace más directa y autobiográfica al cierre de cada segmento del poemario, y sus poemas escritos en el cielo encierren y sirvan de puente entre sección y sección. Esto se acentúa en “PASTORAL” en el que se utiliza el poema del profeta bíblico Oseas para configurar la estructura de esta parte del poemario, la promesa de un bienestar eterno a cambio de la fidelidad 1. Y más aun en “LA MARCHA DE LAS CORDILLERAS”, en donde los tres primeros poemas (/CI/, /CII/, /CIII/ ) él acepta que no es Jesús, ni ningún otro personaje bíblico, pero se pone en claro que son las circunstancias ( y los designios de ÉL), las que lo obligan a tomar como suyo tal papel, asumiendo el rol de Abraham, Moisés y José respectivamente y señalando a Chile como el lugar en el que se desarrollaran sus historias, en donde la muerte (aunque bíblicamente frustrada), un viaje y un nacimiento se interceptarán. Es así que el esquema de muerte, purgación de los pecados y resurrección vuelve a evidenciarse.

Otro punto más que resaltar en este tema son la alusiones autobiográficas antes mencionadas, sobre todo en el inicio de “UTOPÍAS”, en el poema “ZURITA” y los respectivos epílogos de cada parte del poemario. Esto se nos revela como algo esclarecedor en lo que respecta a lo señalado líneas arriba, es decir aquel afán por ser, de algún modo, la voz, un profeta. Vemos como en “ZURITA” se nos abre paso a un sueño, a una visión, y es a través de este sueño que presenciamos la muerte, purificación y resurrección de la nación chilena, el dolor y la felicidad que suelen hacerse cíclicos en cada parte del poemario, conjuntos de poemas que antes de culminar y desembocar en sus respectivos epílogos van tornándose más reales, representando de este modo el despertar, la toma de conciencia de que todo lo anterior fue un sueño: “sé que todo esto no fue más que un sueño” (122). Es por medio de los ojos y la mente del guía, del profeta, que se nos abren las puertas de estos mundos, la posibilidad de vislumbrar el futuro, una salvación.

1Merino Risopatrón, Carolina-Armstrong Cox, Sergio (UC Maule-Chile), Referencias bíblicas en la pastoral de Raúl Zurita. Página 121-124

Bibliografía
Solanes, Ana. Entrevista con Raúl Zurita: "ESCRIBIR ES SUSPENDER LA VIDA”. En: Cuadernos Hispanoamericanos, Nro. 702, Madrid, diciembre, 2008.
Merino Risopatrón, Carolina-Armstrong Cox, Sergio (UC Maule-Chile). “Referencias bíblicas en la pastoral de Raúl Zurita”. UC MAULE: Revista Académica U. Católica del Maule. n. 35 (2009): 121-124.


Datos:
Róger Alexander Román de la Cruz. Lima, 1991. Curso estudios en el C.E. San Agustin de Hipona y C.E. Sarita Colonia.